Acaba de presentarse un nuevo caso de intolerancia que a ciencia cierta no se le encuentra justificación alguna.
Cómo es sabido, la semana pasada el equipo Junior perdió la posibilidad de acceder al campeonato de mitad de año ante el cuadro Once Caldas de la ciudad de Manizales.
Entre los perdedores, hay un jugador llamado Javier Flores que es oriundo de esta ciudad.
Dicho futbolista fué increpado hace pocos minutos, por un grupo de aficionados que departían en una esquina de un barrio al sur de Barranquilla.
Palabras más, palabras menos, los jóvenes se burlaban de la actuación del equipo de la ciudad, por la derrota a que se habían hecho acreedores cuando todos daban la victoria del Junior aún antes de jugar el partido.
El jugador según las noticias se retiró, regresando al rato en su vehículo y armado de una pistola se bajó haciendo fuego contra el grupo de aficionados.
Las balas mataron a uno de los jóvenes y el futbolista agresor se dió a la huída siendo buscado a estas horas por las autoridades.
Increíble lo que acaba de pasar y valdría la pena ahondar más a fondo para preguntarnos que está pasando con la humanidad que cada día parece estar más sumergida en una vorágina de violencia que parece no tener fin.
A diario se presentan casos como este que vemos en periódicos y noticieros.
Quizás no trasciendan tanto como este pero están allí para que nos preocupemos y tomemos medidas para evitar tanta violencia.
De seguro se cogerá al futbolista.
Más seguro que los abogados lograrán demostrar la"' IRA E INTENSO DOLOR" de la que tanto uso hacen.
Pero independiente a todo esto, que se busquen las causas más a fondo y no se tome este caso absurdo, como uno más de los que pasan a diario.
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